«En la guerra y en el amor todo vale». Esa era la valiente excusa que se esgrimía para hacer o decir lo que nos diera la gana. Ahora, además de la guerra y el amor, podemos agregar todo lo que se nos pase por la cabeza…. Ni códigos, ni moral, ni conciencia. Ni siquiera auto censura en pos de la libertad de expresión, aunque con mi libertad sin conciencia, pueda lastimar a sectores vulnerables. ¿Somos realmente conscientes de las repercusiones que pueden tener las opiniones que vertemos en Redes Sociales, para bien o para mal?
Recientemente leí a un par de profesionales del medio que coincidían en cuanto a su opinión sobre el uso «desmedido» de Frases Positivas en Redes Sociales, haciendo alusión a unas cuantas teorías psicológicas que explican que compartir ese tipo de frases no es más que un autoengaño para soportar la vida insatisfactoria que tenemos, poniendo como ejemplo alguna frase de Steve Jobs para casos «desesperados» ,» Recomendado para los que han tenido una soga en la mano o han acercado la cabeza al horno»
Al leer esto, me asaltaron ciertas dudas, pero no hay duda que sea mayor que la fuerza del sentido común y la lógica ¿No somos constantemente bombardeados por los medios de comunicación con mensajes atroces, noticias, sucesos…? Cuando era una niña no podía ver la película «Tiburón» sin cerrar los ojos en las escenas escabrosas. ¿Cuántos niños han visto los anuncios de The Walking Dead?
Estamos tan acostumbrados a la violencia y a la maldad que lo que realmente nos molesta o nos distrae es todo lo contrario. Podemos estar zapeando o navegando por la Red, recibiendo estímulos visuales casi sin percatarnos de ello: imágenes de zombis, miembros amputados, sangre, guerras y horrores varios, incluso provocaciones sexuales y nuestro cerebro no se dispara, pero vemos un Be Happy! y automáticamente pensamos en un ataque.
Un ataque a nuestros valores de Prepotencia Innatos:
- Me juzgan: Asumen que no soy feliz.
- Me ordenan: Me dicen qué hacer o pensar.
- Me chulean: Su actitud pseudo-positiva.
Respeto plenamente a quién le moleste, pero hago especial hincapié en que es esto lo que molesta y quizá no otras cosas; es eso lo que nos hace saltar. Y es realmente preocupante y desalentador.
Para los cosmopolitas occidentales es muy sencillo apagar la tele, el ordenador, irse de cañas con los colegas y de vez en cuando mirar el feed y criticar «mira, otro con sus frases de resistencia», soltar el móvil y seguir con su caña y sus risas. Disculpen ustedes. El Mundo no es eso; detrás de ese feed puede haber una persona enferma, deprimida, haber perdido las piernas o estar luchando contra un cáncer. Por no hablar de que puede ser un mensaje que esté leyendo, por ejemplo, algún «Niño de la Calle» de la Ciudad de México que ha llegado por algún motivo a un ordenador, y entre escupir fuego e inhalar pegamento recuerde esa frase, que quizá no cambie su vida pero tampoco ayude a hundirla más en la miseria.
«El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida»
Federico García Lorca
Nos hemos vuelto egoístas, vanos y materialistas. Nos molesta todo; lo malo por ser malo, lo bueno por ser bueno. Queremos imponer nuestro criterio e ideología y lo que no se adapta lo criticamos. No permitimos a los demás que tengan su oportunidad; rechazamos el cambio por miedo a ser desplazados; esa ha sido siempre la consigna del ser humano a lo largo de la historia. La tremenda cuestión es que esta inmundicia está llegando a los medios, y no de manos de los profanos, si no de los especialistas, que es lo más terrorífico.
Hay otros caminos en Redes Sociales y, aunque a algunos les chirríe, en Social Media que se alejan diametralmente del Mensaje del Mercado para alcanzar el Mensaje de la Sociedad Global. El mensaje dónde cabemos todos, dónde antes de hablar se piensa si se va a herir a alguien o si se va a faltar el respeto a los demás.
En este Mundo contamos TOD@S.
Normalmente despediría el comentario con una abrazo, pero en este caso Mary Mar, el abrazo te lo doy al comenzar :-).
Somos seres emocionales y sociales. También sin duda egoístas, miedosos, envidiosos y en ocasiones terriblemente crueles.
Tanto las emociones negativas como las positivas, se nutren de lo que vemos, oímos y de lo que sienten a su vez los que están a nuestro alrededor. Podemos pensar que es inocente y naif tratar de mejorar nada simplemente compartiendo frases de esperanza, ánimo, optimismo o felicidad, pero no es así.
Especialmente a los hombres, nos enseñan a ser duros, luchadores y a no llorar ni quejarnos. Casi a despreciar la ternura, la empatía y en general cualquier cosa que nos haga parecer vulnerables.
Sin embargo, nada trasmite mayor sensación de seguridad y liderazgo, de madurez y de ser digno de confianza, que aunar en una misma persona fortaleza, inteligencia y sensibilidad.
Lo demás, postureo de gallito de corral.
Otro abrazo, de los gordos!!
Infinitas gracias por tu comentario Luis.
Me quedo de piedra al leer tu aportación, la suscribo plenamente y me alegra muchísimo que haya más personas que transmitan en la misma frecuencia.
Un abrazo enorme, y mil gracias de nuevo!! 🙂
Me ha encantado tu post, Mary Mar. No veo nada de malo en ser positivos, que compartamos mensajes optimistas no significa que no tengamos días malos y que lo reconozcamos…pero es que es precisamente en esos días malos cuando más agradeces que otro te lance un mensaje de ánimo y algo de aliento para continuar. A menudo esta sociedad educa para ‘sentir lo menos posible’, por miedo a mostrarnos más vulnerables o a caer en la sensiblería, y no ocurre solamente con los hombres…Y esto termina llevando a mucha gente a que cualquier expresión de emociones y sentimientos les produzca una absurda vergüenza ajena y una aún más absurda necesidad de despreciar públicamente estas expresiones. Pero mira, como también hay mucha gente que sí que las valora, yo voy a apostar por seguir mostrando la cara buena de las cosas 🙂
¡Un abrazo guapa!
Mónica, lo has «clavaó» («les produzca una absurda vergüenza ajena y una aún más absurda necesidad de despreciar públicamente estas expresiones») tu comentario es el colofón perfecto de mi post. Muchísimas gracias, un besazo enorme!!
A mí me sorprende que haya gente tan suspicaz y que utiliza las redes sociales para atacar. No transmiten mensaje propio alguno, simplemente atacan, atacan y atacan. Estoy muy de acuerdo con tu punto de vista. Si algo he aprendido en este tiempo que llevo buceando en el mundo virtual es que hay que desechar lo que no me aporte nada, huir de la confrontación destructiva (la hay constructiva, la crítica hecha desde el respeto ayuda), evitar los lugares donde únicamente se escupe odio, resentimiento y no se admiten ideas diferentes. De ahí no voy a sacar nada positivo.
En mi opinión lo importante es que lo que transmitimos a través de las redes sea sincero. Si nos apetece lanzar mensajes positivos, adelante; si sentimos la necesidad de explicar cosas más personales, no necesariamente felices, pues también. Quien lo hace algún motivo tendrá para ello. Ahora bien, no entiendo esa necesidad de desahogarse insultando a todo Dios, sin argumentar y sin admitir puntos de vista distintos.
Internet puede ser un universo deprimente, pero si eliges bien dónde buscar también puede ser muy positivo. Hay mucha gente buena (que no tiene por qué significar inocente, ingenua, blanda o tonta). Este rinconcito donde una community manager expone sus confesiones es un ejemplo perfecto. 😉
Un abrazo, boquerona.
Benja, no me extraña en absoluto que te sorprendan ciertas cosas que suceden en el ciber espacio y en el mundo tomando en cuenta el grado de sensibilidad que tienes hacia la vida y las personas. En el «mundo al revés» en el que parece que vivimos, los malvados son los ídolos y los que luchan por un mundo mejor son los locos agitadores. Hay que justificar la buena voluntad antes que la codicia. Pero como tu dices, mientras existan sitios donde haya gente buena (como la Recacha), seguiré pensando que vale la pena hacer una pataleta de vez en cuando.